Corría el año 1989, yo tierno infante de 15 años, estaba pasando el verano con mis abuelos como de costumbre, en un pueblecito de Cuenca, llamado Villar del Horno, bucólico paraje manchego, rodeado de sembraos de trigo y bosque de pino. Como todos los veranos, irse al pueblo se convertía en toda una odisea, no por el equipaje y la comida extra que mi madre metía en el coche, sino porque también viajaba el flamante ZX Spectrum 128K de Investronica (con su televisor de 14 pulgadas, su reproductor de casetes y una buena pila de juegos), que habían regalado a mis padres. El invento llegó a casa al comprar una enciclopedia de ciencias, que tengo guardada en la humilde habitación de mi casa, que mis hijos han permitido que tenga como lugar de trabajo. Todavía no logro entender como éramos capaces de meter todo aquello en el Ford Fiesta de mi madre, de color blanco, sin aire acondicionado, tres puertas y de matricula M-2076-FW, que creo no olvidaré en mi vida.

La cuestión es que hacía algún tiempo, si no recuerdo mal en las navidades del 86, que había comenzado con mis pinitos en la programación, primero en BASIC, como todo el mundo y luego en ensamblador del Z80, modesta CPU de 8 bits, con la que entretenía mis tardes de juegos. No tardé mucho tiempo en aficionarme al mundo de los juegos de rol y de aventura, al fin y al cabo, eran una extensión de los libros tipo «Elige tu propia aventura» y tener la posibilidad de hacer algo parecido en un ordenador a mi me parecía todo un invento.
Por aquella época, salió al mercado un software que se llamaba PAW o Professional Adventure Writer, un programa desarrollado por Tim Gilberts, y que permitía la creación de aventuras de un modo mucho más sencillo e intuitivo, que el hacerlas en ensamblador. Así que, después de mucho suplicar a mi madre que me diera la paga de dos meses y decirle lo bien que me vendría pasarme el verano aprendiendo más informática, logré ahorrar lo suficiente para comprármelo y ponerme a programar. Así es como me puse manos a la obra, del que sería mi primer videojuego, «Diatmar», una historia con tintes Tolkenianos (otra de mis pasiones), en donde tenías que buscar unas armas mágicas para derrotar a un malvado brujo (el malísimo Diatmar) y liberar a los pueblos oprimidos que vivían bajo su tiránicas manos. Además, como aliciente, la revista MicroHobby, puso en marcha un concurso de aventuras, en la que tuve el honor de llegar casi hasta el final de la selección, aunque no gané, desafortunadamente. En la imagen que tenéis a continuación, podéis ver la versión original que usé de este programa, firmada por Andrés Samudio, director de la compañía de videojuegos Aventuras AD.

La cuestión es que si bien fue durante el verano del 89 cuando realicé el programa, la idea y los gráficos, los inicie un día tal y como hoy, 16 de Mayo de 1989, si no me fallan las matemáticas, justo hace 34 años que salió de mi cabeza, por lo que me ha parecido de justicia, hacer un homenaje a esta pequeña pieza de software, que por si no lo sabes, sigue disponible para su descarga online, en la web de World of Spectrum y que puedes jugar en un emulador.
Aquí te dejo un par de capturas de lo que era el juego:


Si quieres saber más del mundo retro, aquí tienes alguna de mis entradas del blog:
- Desarrollo de Juegos para Spectrum (Parte 1)
- Diatmar. Porque 34 años no son nada.
- ZX Spectrum Next. Los clásicos nunca mueren.
- Algo se muere en el alma…
Happy retro-coding!! 😉